La trilogía de El Hobbit es una de esas sagas que nos han permitido disfrutar de unas aventuras de fantasía impresionantes de las que apetece ver siempre que hay oportunidad, pero también cuenta con grandes curiosidades, como algunas que os hemos contando en alguna ocasión. Entre ellas hay una que demuestra que Gandalf puede ser un mago muy poderoso y uno de los personajes más vitales en el viaje de Bilbo Bolsón y compañía, pero tiene una gran falta de memoria.
Pese a lo que pueda parecer, no es porque sea muy mayor y la mente le juegue una mala pasada. En realidad, el motivo va más allá de lo que se ve en el largometraje, aunque lo mejor es poner en contexto a qué se debe esta situación. Y es que resulta que, en algún momento de la cinta, Gandalf habla de dos Magos Azules que no recuerda cómo se llaman, pero porque tiene prohibido acordarse de ellos.
Todo esto se debe a que Peter Jackson no tenía el permiso legal para utilizar en las películas cualquier contenido de las obras de J. R. R. Tolkien que no estuviera presente en las novelas de El Hobbit y El Señor de los Anillos, dado que el equipo de producción no contaba con los derechos del Silmarillion y Los Cuentos Inconclusos. Estas obras estaban repletas de nombres y detalles que habrían servido para enriquecer la historia, pero no se podía hacer nada para remediarlo.
Por este motivo, los nombres de Alatar y Pallando, que no aparecen en los libros principales de este universo, no se podían mencionar en las películas. Estos los mencionó Tolkien en una de las historias que nunca fueron completadas en vida por el escritor, aunque sí se editaron y fueron publicadas posteriormente gracias a su hijo en 1980.
Así pues, como los guionistas no podían mencionarlos sin pagar un multazo, se les ocurrió la simpática idea de hacer a Gandalf un olvidadizo. En definitiva, se trató de una broma interna en forma de simpático guiño, por lo que la próxima vez que veáis una de las películas y dé la sensación de que no se acuerda de algo, es porque nuestro querido mago está respetando el copyright, dejando claro que las leyes del mundo real también mandan en el mundo de fantasía.
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